Publicado ayer a las 03:33
Cuando el mundo se apaga y las luces dejan de distraer, el deseo encuentra su lugar perfecto. Mi presencia se vuelve una compañía cálida, envolvente, que no exige nada pero lo sugiere todo. Cada instante se construye despacio, con miradas que hablan y silencios que provocan. No se trata solo de un momento, sino de una experiencia que se vive con calma, donde la conexión se siente real y el placer fluye de manera natural, sin límites ni interrupciones.
